Durante
la infancia y la niñez, las influencias ambientales que actúan sobre el niño o
la niña provienen principalmente del ámbito familiar. Otros agentes
socializantes son el ámbito escolar, los medios de comunicación, las relaciones
de la calle, etc.
Como se
vio con anterioridad, la madre es la primera persona con quien el niño o la niña
establece un vínculo en los dos primeros años. Luego, progresivamente, la madre
empieza a compartir este vínculo con el padre, los hermanos, los educadores, los
amigos y amigas.
Aunque
el padre interactúe afectivamente con el niño o la niña y participe en
satisfacer sus necesidades, es a partir del tercer año cuando empieza a cobrar
protagonismo en su vida. El pequeño o pequeña también comienza a diferenciar las
actitudes y rasgos de personalidad del padre y de la madre, aprendiendo a
dirigirse a uno u otro en función de su interés y beneficio, consiguiendo en
muchos casos oponer al uno contra el otro.
El padre
y la madre no deben dejarse manipular. Es imprescindible que estén de acuerdo
sobre sus roles personales en la familia, establecer normas de conducta y
ajustarse a ellas con firmeza para que el niño o la niña pueda interiorizarlas
logrando progresivamente autodisciplina y abandonar la idea de que con
maniobras, con críticas y protestas logrará sus deseos con todo el mundo.
Recordemos aquí que los niños y niñas imitan los rasgos
acentuados de la personalidad del padre o de la madre, o bien los
opuestos.
Las
influencias del ámbito familiar no sólo provienen de la relación del niño o la
niña con el padre y la madre. La relación entre hermanos es aún más decisiva
para el desarrollo de la personalidad del infante. Este ve a sus hermanos más
próximos a él, con intereses y actividades más comunes, los considera un modelo
a imitar, también competidores en las atenciones y el afecto del padre y la
madre.
Hay dos
principios que debemos conocer. El primero es el principio de los
opuestos: Los rasgos de personalidad del segundo hijo o hija casi
seguramente serán contrarios a los del primero, si la diferencia de edad entre
ambos es menor de seis años. Esto se debe a que casi siempre el segundo recibe
más atención (favorable y desfavorable) por características diferentes a las del
primero.
Otro
principio es el de la expectativa cultural. Nuestra sociedad aún espera
que las niñas sean agradables, ordenadas, limpias y cariñosas, que ayuden a mamá
en la casa y que tengan buenas notas. De los niños se espera que sean más
activos y agresivos, que se preocupen menos por las tareas escolares y las
domésticas, les gusten los deportes competitivos y, en general, que tengan más
libertad de acción.
La
posición que el niño o la niña ocupa en la constelación familiar también
determina algunos rasgos de su personalidad que pueden ser comunes en muchos
casos. Sin embargo, no debemos olvidar que, al ser cada niño o niña
irrepetibles, no siempre han de desarrollar personalidades similares.
No
podemos hacer un análisis aquí de todos los casos por la cantidad infinita de
combinaciones y variaciones según el orden de nacimiento, el número de hermanos
y hermanas, el sexo de cada uno y sus edades, pero intentaré destacar algunos
rasgos de los casos más habituales.
3.a.- El hijo o hija mayor
Durante
los primeros años, el primogénito es único y recibe todo el amor, la atención,
la inseguridad y la inexperiencia del padre y de la madre que, por lo general,
tienden a sobreproteger y dejarse manipular por el niño o la niña. Cuando se ha
acostumbrado a su situación privilegiada, es desplazado por el segundo hijo o
hija.
Si la
diferencia entre ambos es mayor de cinco años, no suele representar una amenaza
para el mayor porque éste ya tiene un lugar en el mundo exterior a su familia y
una identidad establecida.
Cuando
la diferencia es menor de cinco años, el mayor ve su vida perturbada. Considera
al bebé un intruso, una amenaza y se encuentra desplazado, hagan lo que hagan el
padre y la madre. El primogénito siente celos en mayor o menor grado y es
posible que los manifieste con comentarios verbales de rechazo, con conductas
exageradas para atraer la atención de los adultos o con regresión en habilidades
que ya había adquirido. Cuando el segundo es de distinto sexo, las reacciones
negativas del mayor no son tan extremas.
Habitualmente los hijos mayores se esfuerzan mucho por complacer a
los padres, suelen tener muchas cualidades parentales, cuidan de sus hermanos,
son más responsables, verbales y con dotes de liderazgo. Es posible que tiendan
a ser introvertidos y que deseen ser los mejores en lo que realicen, pueden
convertirse en perfeccionistas que se preocupan por todo y no se atreven a
cometer errores o a decepcionar a los padres u otra autoridad. No le gustan los
cambios, es más tenso, más serio y reservado que los demás, le cuesta aceptar
las críticas, utilizan su poder para salirse con la suya y toleran menos los
errores ajenos.
- La hermana mayor de mujeres, por lo general, es brillante, fuerte e
independiente, capaz de cuidar de sí misma y de otros. Es desenvuelta,
organizada y dominante.
- La hermana mayor de varones es una mujer fuerte, independiente, práctica,
sensata y tiene un buen nivel de autoestima, aunque a veces puede parecer
retraída.
- El hermano mayor de varones es "el jefe", en muchos casos un líder de
hombres y le gusta estar al mando en todos los aspectos de su vida. Es muy
meticuloso con su persona y sus posesiones. Puede ser perfeccionista en algunos
aspectos como desear el orden en casa o querer ganar en todos los juegos. Suele
tener éxito en lo que hace.
- El hermano mayor de mujeres es más desenvuelto y divertido que el hermano
mayor de varones. En algunos aspectos puede ser un hedonista, pero considerado y
desprendido. Le gusta ser líder y jefe en el trabajo, pero siempre será
simpático y transigente.
3.b.- El segundo y el menor de los hijos o
hijas
El
segundo hijo o hija se encuentra con un hermano o hermana más grande, más fuerte
y más capaz de hacer cosas que él, es su modelo a imitar. La relación varía
entre compañerismo y rivalidad. Disfruta estando con el mayor pero envidia sus
privilegios y compite por lograr la atención y aprobación del padre y de la
madre. Intenta emular las habilidades por las cuáles el mayor recibe atención,
pero al no lograrlo, desarrolla las opuestas para conseguir su objetivo.
Cuando
la diferencia de edad es mayor de seis años, el segundo lo considera como un
adulto y en vez de igualarlo o ser su opuesto, pretenderá manipularlo como hace
con el padre y la madre.
Con el
segundo hijo o hija, el padre y la madre tienen más experiencia, menos
inseguridad, ansiedad, expectativas y tiempo para dedicar en exclusiva al nuevo
bebé. Por eso desarrollan menos conductas indulgentes, respetan más su ritmo de
evolución y lo presionan mucho menos. En consecuencia la maduración es más
natural pero los logros son menores en el segundo hijo o hija.
Habitualmente, el segundo hijo o hija es el pequeño de la familia,
y es posible que continúen tratándole así toda la vida. Los hijos o hijas
menores suelen carecer de autodisciplina, les cuesta tomar decisiones porque
siempre tuvieron a alguien mayor que resolvía todo y siguen esperando que les
resuelvan los problemas. También puede ocurrir lo contrario y rechazar toda
ayuda. Suelen tener menos ambiciones en la vida que los mayores, son propensos a
quebrantar reglas sociales y a dedicarse a actividades creativas. Enfrentan la
vida de forma aventurera, les gusta probar cosas nuevas, desarrollar un estilo
manipulador para conseguir lo que desean. Tienden a ser seguidores más que
líderes y, en función del trato que hayan recibido en la familia de origen,
pueden ser sociables, simpáticos y desenvueltos, o bien tímidos e
irritables.
- La hermana menor de mujeres tiende a ser espontánea, alegre, aventurera, "la
pequeña" toda su vida. Posiblemente desordenada y caprichosa. Puede llegar a ser
competitiva (sobre todo con los hombres), veleidosa o impredecible.
- La hermana menor de varones suele ser simpática, optimista, atractiva y
divertida. En ocasiones es la preferida de la familia y las cosas tienden a
salirle bien con poco esfuerzo. En su vida adulta elegirá amistades masculinas y
en el trabajo se desenvolverá mejor como empleada con un jefe varón de avanzada
edad.
- El hermano menor de varones puede ser intrépido, audaz, testarudo,
caprichoso y rebelde. Con frecuencia es impredecible y cambia de estado de ánimo
repentinamente. No le gusta hacer planes, vive en función del presente y de sus
deseos inmediatos. Puede ser simpático y encantador cuando todo le va bien y
mostrarse ausente cuando la situación no le agrada. No le gusta perder y es
tímido con las mujeres.
- El hermano menor de mujeres recibe cuidados femeninos durante toda la vida.
Si las hermanas fueron dominantes en su infancia, tenderá a ser rebelde, si el
caso fue contrario, dispondrá de autoestima alta. Todos los miembros de la
familia suelen mimarle, así que no precisa esforzarse para atraer atención.
Puede convertirse en embaucador y da por sentado que las mujeres lo apreciarán y
complacerán toda la vida. Aunque en general es afable, suele tener cambios de
humor. No le gusta cumplir normas y se desenvuelve mejor en actividades que no
requieran automotivación. No suele entrar en competitividad.
3.c.-
El hijo o la hija del medio
La
llegada del tercer hijo o hija afecta más al segundo que al primero. Este no
sólo tiene a alguien más grande y capaz que le marca el paso, además se siente
desplazado por la llegada de un bebé más gracioso y dependiente. Es a la vez el
hermano mayor del que sigue y el hermano menor del primero, por lo que puede
sentir confusión sobre su identidad y no desarrollar rasgos distintivos porque
vacila entre ser como el mayor o como el pequeño.
Nunca
vive la experiencia de contar con el padre y la madre para él solo, ni recibir
tanta atención como el primogénito.
De
adultos, tienden a ser menos capaces de tomar iniciativas o pensar de forma
independiente. De los hermanos y hermanas, son los que tendrán menos éxitos
escolares, suelen pensar que la vida es injusta y para sentir que son
importantes se vuelven competitivos y adoptan actitudes destructivas si con
ellas se ven triunfadores. En general, desarrollarán hábitos y comportamientos
molestos que llamen la atención. Son más responsables que los menores, pero
tienen más problemas y se muestran más introvertidos que sus hermanos o
hermanas. Llegan a ser expertos en tratar con todo tipo de personas, amigables y
buenos negociadores porque han aprendido a "tratar" con las diferentes
personalidades de sus hermanos. De adultos elegirán trabajos que requieren
tacto, pero poco empuje y también en los que puedan obtener atención,
reconocimiento y afecto.
Son
muchas las combinaciones posibles de la posición intermedia, variando en función
de la edad, el sexo y la cantidad de hermanos y hermanas, pero en general, el
hijo o la hija del medio desarrollará más rasgos característicos propios de la
posición de nacimiento a la que está más cercano
- El que está exactamente en medio de los hijos o hijas del mismo sexo se
encuentra en la peor situación. Recibirá menos atención y necesitará competir
más, tendrá una mezcla equitativa de características propias del mayor y del
menor, sintiendo más ansiedad y será más autocrítico.
-
Si el hijo o la hija del medio es de diferente sexo del
resto, recibirá más atención de toda la familia y, en el caso de ser mimado,
tendrá dificultades para hacer amigos de su mismo sexo.
3.d.- Los hijos o hijas únicos
Están a
la vez en el mejor y el peor de los casos. No tienen que enfrentarse a
situaciones en las que se sientan desplazados, tampoco tienen que competir por
las atenciones y el tiempo que les dedican el padre y la madre. Suelen tener
muchas de las características del primogénito pero al mismo tiempo conservan
ciertos rasgos infantiles de adultos.
La falta
de contacto con otros niños y niñas en los primeros años puede provocar en ellos
una tendencia a ser solitarios, introspectivos y no saber compartir porque no
están acostumbrados a lidiar con las complejidades de otros seres humanos.
Los
rasgos de personalidad van a depender, más que en el caso de hijos e hijas con
hermanos y hermanas, de las influencias del padre y la madre. En la mayoría de
los casos se sienten bien consigo mismos, con alta autoestima y menos necesidad
de controlar a los demás. No sienten resentimientos frente a la autoridad,
esperan y aceptan ayuda, pretenden mucho de la vida, suelen destacar en el
colegio, tener éxito y tendencia al perfeccionismo. En general, de adultos son
personas bien adaptadas.
-
El hijo único suele ser más favorecido que la hija única.
Recibe constante aprobación, aliento y respaldo. A menos que lo desee, no se
desvive por nadie. Habitualmente es el "geniecillo" de la familia, atractivo y
un poco solitario
- La hija única piensa que es una persona especial. Anhela recibir aprobación.
Es a la vez madura y perpetuamente infantil. Suele estar sobreprotegida por el
padre y la madre y espera similar protección siendo adulta. Suele ser muy
inteligente y competente, desea tener amistades con relaciones estrechas pero no
está muy capacitada para lograrlo fácilmente.
3.e.- Relaciones sociales con niños y niñas de la misma edad
La
interacción con iguales le hace descubrir las diferencias físicas y de
situaciones familiares entre él y los demás, aportándole una experiencia
tremendamente rica. Acosa al padre y la madre con preguntas al respecto y
establece comparaciones entre los amigos, amigas y él.
El
período entre los dos y los ocho años marca la aparición de las diferencias
individuales en cualidades, rasgos de personalidad y habilidades
interpersonales. Los niños y niñas juegan juntos y manifiestan distintos niveles
de actividad, de iniciativa, de habilidades motrices o de lenguaje, desarrollan
diferentes capacidades para atender y recordar nuevas ideas. Su grado de
agresividad, egoísmo, consideración, solidaridad, etc., es distinto. Aparece el
líder y los seguidores, el introvertido y el extrovertido, el cobarde y el
valiente, el temeroso y el osado, etc.
Para el
desarrollo personal y social es vital el juego en general y el juego simbólico
en especial, a través de él los pequeños aprenden a conocerse a sí mismos, a los
demás y a manejar las tensiones de las relaciones interpersonales.
Si el
niño o la niña no tiene oportunidad de jugar con iguales, pierde una experiencia
vital de aprendizaje social y lo más probable es que se convierta en una persona
inepta e insegura de sí mima en las relaciones con otras personas.